martes, 5 de mayo de 2020

FORTUNATA Y JACINTA: Felipe Cuesta Varela


En una hipotética y absurda votación sobre cl sería la mejor novela española, la ganadora por unanimidad estaría clara: El Quijote. Es bien sabido que con  la obra de Cervantes nace la novela moderna y al mismo tiempo alcanza su cenit.

El libro que ocuparía el segundo lugar también estaría claro: La Regenta. La monumental y audaz novela de Clarín con uno de los finales más devastadores para un personaje de la historia de la literatura.

¿Qué novela ocuparía el tercer lugar? Aquí habría s discusiones y bailarían títulos como La colmena, Tiempo de silencio, Volverás a Región o Últimas tardes con Teresa pero desde luego en esta lista figuraría Fortunata y Jacinta.


Este año se cumple el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós.  Con este motivo ha habido numerosas, y
jugosas, discusiones en la prensa sobre su calidad como escritor, su vigencia, etc., en las que, con buenos argumentos, desde Almudena Grandes a Javier Cercas, de Muñoz Molina  a Javier Marías han tomado postura; lo cual, bien mirado, habla en favor de su actualidad como escritor, o al menos como cronista de una época.

Voy a hacer un modesto comentario sobre Fortunata y Jacinta resaltando los aspectos que me parecen s loables de la obra. Creo que comentar una novela para criticarla es algo estéril y me parece más interesante expresar los motivos que provocan la admiración de un libro y a ser posible debatirlos con los que lo hayan leído o estimular a que lo lean los que no lo hayan hecho.

Evidentemente Fortunata y Jacinta no es una novela perfecta. Tiene un defecto bastante obvio: la interrupción del hilo dramático en algún momento para contarnos lo que ocurría políticamente en el lamentable siglo XIX español. Esta es una característica de muchas novelas decimonónicas por ejemplo, Los miserables hablando del alcantarillado parisino o Guerra y Paz hablando de las batallas napoleónicas, pero es verdad que Victor Hugo o Tolstoi relataban esos interludios cons personalidad. Y para mí hay otro defecto: demasiado casticismo en los personajes (aunque esto es la manifestación de un gusto propio).

Sin embargo, las virtudes de la obra superan con mucho a sus deficiencias. Comentemos algunas.

Fortunata y Jacinta se publica en 1887, y como las novelas de Balzac o de Dickens crea un auténtico universo en el que hay una visión s compleja de lo que pueda parecer de las clases sociales, la política, la cultura o la religión y sus derivaciones como la caridad (véase por ejemplo el personaje de la beata y humanitaria Guillermina descrito de una forma admirable y nada unidimensional). Por supuesto la mirada de Gals sobre estos temas es progresista en el mismo sentido que la de Dickens: es la descripción melodramática la que produce en el lector la reflexn.
Por eso no me parece que la novela sea discursiva, como alguno de sus críticos argumentan, al menos no más discursiva que las de Dickens o Victor Hugo.
Fortunata y Jacinta es, tambn, la gran novela de Madrid de la misma forma que Londres está en las de Dickens, Moscú y San Petesburgo en las de Tolstoi y Dostoyevsky o París en las de Victor Hugo. La cava de San Miguel, la plaza de Pontejos, ChamberCuatro Caminos, San Francisco el Grande.  
Yo  tuve  la  suerte  de  leer la novela viviendo en la capital y era un entreteniemiento gozoso recorrer los caminos y las calles por las que deambulaban los personajes de la misma.             

Desde luego, la galería de tipos del libro es extraordinaria. Voy a hablar brevemente de los cuatro s importantes, pero indicando que de Mauricia la Dura a Guillermina, de Doña Lupe a Evaristo Feijoo o los padres de Juanito Santa Cruz, la caracterización de los mismos es excepcional y no tiene nada que envidiar a los cosmos creados por los autores del siglo XIX que ya hemos citado.


Maximiliano Run: Maxi es un hombre débil, enfermizo y trastornado psicológicamente con el que se casa Fortunata, pero al que, por supuesto, no ama. Nos lo describen como un hombre de pocas luces, obsesionado por su mujer y que termina enajenado. Con este personaje Galdós crea uno de los mejores capítulos de la novela y que s permanece en el recuerdo de quien la lee. Me refiero a cuando en un largo monólogo interior - no exento de cierto humor pues al personaje se le considera idiota - descubre por deducción gica el paradero de Fortunata que se le oculta. También el autor decide que sea Maxi quien diga la última palabra de la historia con una declaración alocada pero emocionante sobre Fortunata a la que él, con todos sus condicionantes, quiso.

Juanito Santa Cruz: el marido de Jacinta y amante de Fortunata. Es presentado como un hombre atractivo físicamente, inmaduro y egoísta y muy relacionado con el mito de Don Juan. Alrededor de él se mueven las dos protagonistas, a las que maneja prácticamente a su antojo. Galdós muestra a Juanito como un hombre tóxico y un nexo de unión venenoso de las dos mujeres. En este sentido la novela es original pues libros como Ana Karenina, Madame Bovary o La Regenta, que tratan también el adulterio (¿qué sería de la novela del siglo XIX sin el adulterio?) tienen una visión s misógina. Es s, es difícil ver a Fortunata como una mujer adúltera, y sin embargo Santa Cruz es un hombre detestable no solo por su deslealtad sino por su falta de compromiso y de generosidad afectiva, es decir su inmoralidad.

Jacinta: La mujer de Juanito Santa Cruz. Típica burguesa de la época en este caso obsesionada por la maternidad pues es estéril. Pienso que con Jacinta los lectores de la novela siempre son injustos ante la presencia arrolladora de Fortunata. Y, sin embargo, es un personaje vivo que evoluciona del odio a su rival a cierta comprensión ndose cuenta al final que el enemigo es su marido. Y, después de quedarse con el hijo de su competidora en una hermosa escena llena de solidaridad subternea entre las dos mujeres, pega un portazo a su esposo no dejándole entrar en su habitación e independizándose emocionalmente de él (“nada de lo que hagas puede hacerme do). No es el portazo que había dado Nora en Casa de muñecas de Ibsen diez años antes pero tiene su grandeza.

Fortunata: La heroína de la novela. Mujer bella, sincera y sin dobleces. Más que enamorada de Santa Cruz está apasionada del mismo. Fortunata es manipulada por una sociedad en nombre de unos principios que para su carácter terrenal son demasiado abstractos y a la que responde con torpeza pero vitalidad. Por eso su final produce una honda tristeza en el lector. Nuestra protagonista no es un personaje feminista (creo que ni tan siquiera progresista), es demasiado primaria, (creo que ni tan siquiera, progresista) -en el buen sentido de la palabra-pero la mirada de Galdós, como he dicho antes, sobre la historia de la mujer sí lo es.


Fortunata y Jacinta casi ciento cincuenta años desps de su escritura sigue siendo un magnífico ejemplo de la difícil mezcla que consigu la literatura - concretamente la novela - en el siglo XIX entre calidad literaria y arte popular y no palidece ante las grandes obras del siglo de la novela.




                                                FELIPE CUESTA

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