He de reconocer que para muchos de nuestros estudiantes de
bachillerato, una materia que, con alguna frecuencia, se les “atraganta”, es la
filosofía. Incluso se permiten cuestionar su utilidad, obligatoriedad y hasta
su presencia en el plan de estudios.
Algo sí les entiendo, pues puede resultar desalentador para
el que empieza, la complejidad del objeto de estudio, su lenguaje, o los
múltiples autores que han de comprenderse y estudiarse. Lo que hace cundir el
desánimo que acompaña tantas veces a los primeros esfuerzos del principiante.
Pero, la tarea del profesor, en ésta como en cualquier
asignatura, consiste en allanar el camino del conocimiento al alumno, y
facilitarle la superación de las dificultades en el aprendizaje. Y en esas
estamos el común de los profesores, cuando advertimos, muy cerca de nosotros,
pero de incógnito y pasando desapercibido, que uno de los nuestros ha hecho un
esfuerzo muy especial por aliviarle las dificultades del saber y del estudio a
los alumnos. Es el caso del profe de filosofía de este Instituto Pablo Redondo, quien conjuntamente con
su colega Sebastián Salgado, lo hace
poniendo a su alcance una simple, por accesible y comprensible, “historia de la filosofía para la vida
cotidiana”.
La idea que tenemos sobre la filosofía puede que sea que
sólo interesa a los filósofos, esos sabios de un saber inútil; o acaso resulta
atractivo a “los de letras”, inclinados más a pensar y especular, mientras que
es más distante para “los de ciencias” interesados más por la lógica e
inmediatez de la experiencia, el cálculo y la comprobación.
En cambio, los autores del libro nos demuestran lo
equivocados que podemos estar, presentándonos una “filosofía de la calle, a pie de obra, como ya hiciera Sócrates, pero
ahora poniéndola por escrito para entablar un diálogo con el lector” y
descubriéndonos “pequeños tesoros
filosóficos en lo vivido cada día”, tal como se expresa en la sinopsis del
libro.
La lista de dichos tesoros no pasa desapercibida para los
jóvenes o adultos de hoy, pues está compuesta de conocidas y familiares
expresiones de uso corriente.
La letra de la famosa ranchera del “rey sin trono ni reina”, es aprovechada para dar a conocer el
marxismo. O la frase de “hay gente pa to”
atribuida al torero El Gallo tras haberse presentado Ortega y Gasset como
Catedrático de Metafísica, para explicarnos las dimensiones del tiempo. O
cuando recuerda el soniquete humorístico de “¡que sepas que ser, eres!” para resumir la lógica aristotélica.
Y así se hace accesible y entretenido, tanto a cualquier alumno,
como a un simple curioso, el acercarse a la filosofía para hacerse una muy buena idea.
Joan M. Sala Sivera. Orientador