He aquí la crónica de la jornada de convivivencia con la que nuestros compañeros de 1º ESO iniciaron el curso firmada por una de sus participantes:
"Los alumnos de primero de la ESO del instituto Federico García Bernalt hicimos una excursión a Ledesma y al Puente Mocho el pasado viernes 16 de septiembre. Llegamos al instituto a la hora de siempre. Algunos compañeros nos quedamos en el patio esperando al profesor mientras que otros se fueron a nuestra clase. ¡Menudo lío se armó cuando tocó la campana! Los que estaban dentro salieron y los que estaban fuera entraron. De modo que nos cruzábamos unos con otros mirándonos desconcertados. Pero, apareció el profesor y se encargó de organizarnos y hacer el recuento. Así que emprendimos el viaje hacia Ledesma.
Ledesma es un bonito pueblo con mucha historia. Lo que más nos llamó la atención de sus estrechas calles es que no ves a nadie recorriéndolas. De hecho, cuando la guía nombró a los niños de Ledesma, un compañero preguntó intrigado: “¿Es que hay niños en Ledesma?” Desde el pueblo fuimos al Centro de Interpretación, no sin antes haber recorrido todas las iglesias y sitios interesantes del lugar. Allí, el título de cada módulo empezaba por una de las letras de Bletisa (Ledesma). Además mencionaban continuamente el nombre de Bletisa. La guía anunció que nos aguardaba una gran sorpresa cuando viéramos los módulos desde arriba. Y, ¡cómo no!, ¿Qué ponía en los siete módulos? BLETISA ¡Qué sorpresa!
Al salir del Centro de Interpretación, emprendimos la teóricamente “suave marcha”. Empezamos el camino con alegría, pero al ver que se extendía por una inmensa llanura que parecía no tener fin, todos empezamos a preguntar alarmados: “¿Cuándo llegamos?” ¡Ilusos de nosotros! ¡Todavía nos quedaba un buen trecho! Cuando por fin llegamos, descubrimos una calzada romana que llevaba al curioso Puente Mocho, también romano. Pero lo que no nos gustó nada fue no ver la paella que tanto ansiábamos. Y para llegar hasta ella, teníamos que recorrer todavía bastantes kilómetros. Tras una sesión fotográfica, reemprendimos la agotadora marcha hasta la chopera en la que pudimos comer al fin. Después de comer, nos pusimos a hacer juegos diversos. Lo cual nos vino muy bien para hacer nuevos amigos.
Y llegó la esperada hora de las piñatas. En el momento en el que el primer caramelo tocaba el suelo, se levantaba una inmensa nube de polvo y todos nos abalanzábamos hacia él. Para dos bolsas que lográbamos coger, las exponíamos como trofeos, trofeos que enseñábamos unos a otros contentos del trabajo realizado. Y eso nos permitió hacer aún más amigos.
Al terminar nos dispusimos a limpiar el campo y a montar en el autobús. Estábamos tan cansados que deseábamos llegar a Salamanca, aunque nos daba mucha pena que se acabara la excursión en la que nos lo habíamos pasado tan bien.
Tras un animado viaje, el autobús paró delante de la puerta del instituto, dónde nos separamos y nos dijimos adiós hasta el lunes siguiente. "
ANA FANLO VICENTE