IERONIMUS: UNA VISITA A LAS TORRES DE LA CATEDRAL VIEJA (SALAMANCA)
La visita a las alturas de la catedral Vieja de Salamanca ofrece una oportunidad única que descubrir algunos de sus rincones más secretos. También de disfrutar de las mejores vistas de la ciudad de Salamanca. Te cuento cómo es el recorrido de la exposición permanente Ieronimus, una de las paradas imprescindibles de cualquier visita a la ciudad.
VÉRTIGO EN LA CATEDRAL
La exposición Ieronimus brinda un
insospechado recorrido por el interior de las torres medievales de la catedral
Vieja salmantina. También una original forma de asomarse a su espectacular
retablo mayor.
Mirar desde arriba el interior de una enorme catedral ya no es sólo privilegio
de los ángeles. Ni de los aficionados a las maquetas.
En Salamanca, desde el año 2002, una exposición permanente ha permitido ir
abriendo de forma progresiva diferentes espacios de su catedral Vieja a
la curiosidad. Desde ese momento y hasta hoy, casi dos millones de personas, a
una media de casi 112.000 al año, han disfrutado de un paseo de asombros
mientras descubrían recovecos catedralicios nunca abiertos hasta entonces,
rincones oscuros que sirvieron de mazmorras inaccesibles en otros
tiempos, escaleras de caracol que parecen hundirse hasta el infierno o
pasillos aéreos colgados de los muros a muchos metros sobre el suelo. Poco a
poco el recorrido se ha ido ampliando y hoy permite que la visita se asome a
dos terrazas de vistas impensables desde abajo. Una, acondicionada sobre el
techo de la llamada torre Mocha, y la otra, sobre el pórtico de entrada a la
catedral Nueva. El conjunto forma ahora un paseo por las alturas en el que casi
se llegan a tocar las escamas de la cúpula de la torre del Gallo, y todo ello
mientras se disfruta de una privilegiada panorámica de la ciudad y se curiosean
documentos y objetos relacionados con la historia constructiva de la seo. Otras
estancias que han acabado incluidas en el recorrido son la Sala del Reloj, en
la que estuvo el mecanismo del reloj y la Sala de las Campanas, la estancia más
elevada de la catedral y el punto de vista más elevado de la ciudad.
El recorrido comienza en la estancia más hermética y temible de la torre
Mocha, la mazmorra construida en su base para albergar prisioneros.
Aunque hoy es el recibidor al que se accede desde la calle, en la época
medieval de su construcción sólo tenía acceso por la escalera en la que ahora
se inicia la ascensión hacia el interior de la torre. Enseguida se alcanza la
llamada estancia del Carcelero, pequeño ensanche realizado durante
la ampliación en el siglo XIII de la inicial atalaya defensiva, y unas
revueltas más arriba la estancia del Alcaide. En ella, desde la ventana
geminada abierta en una de sus paredes, se tiene una estupenda vista de
la nave principal de la catedral Vieja y, sobre todo, una perspectiva
única para la contemplación del asombroso retablo mayor que adorna la cabecera
del templo, un auténtico pelotazo de luz y color que se despliega como un
inmenso álbum de cromos, de diapositivas divinas, en el que se explica
paso a paso la vida de Cristo y la Virgen. El retablo es una espléndida
realización del siglo XV, de estilo gótico internacional, diseñado de manera
que se adapta perfectamente a la forma curva del espacio absidal. Por su
técnica y calidad es una de las obras más sobresalientes de Europa en
su género realizado, hacia 1439, por los hermanos florentinos Dello,
Nicolás y Sansón Delli, en colaboración con otros artistas.
DE
CASTILLO A CATEDRAL
La gestación arquitectónica de la catedral Vieja salmantina, entre los siglos
XII y XV, se inicia por la cabecera, al tiempo que se traza el muro perimetral
de la iglesia para delimitar el espacio dedicado al templo. En ese primer
periodo de construcción se levanta a los pies un primer bastión defensivo con
acceso únicamente desde el interior. Dentro de él se distribuyen diferentes
estancias, entre ellas la mazmorra de los prisioneros o la sala del
Alcaide, destinadas al servicio de la fortaleza. Por esas estancias,
acondicionadas de nuevo tras eliminar los tabiques realizados a partir de 1614,
cuando comenzaron a usarse como viviendas, es por las que se inicia el
recorrido de la exposición. El nombre de Ieronimus recuerda a Jerónimo de
Perigeaux, obispo de Salamanca en el momento en el que es restaurada la
Diócesis en el año 1102.
RETABLO CATEDRAL VIEJA: Está formado por 53 tablas distribuidas en 11 calles y cinco cuerpos de altura que comienzan el
relato de iconográfico de abajo arriba y de izquierda a derecha desplegando un
apabullante muestrario de escenas de la Historia Sagrada, en el que la
intensidad del color atrae la mirada desde cualquier rincón del templo como las
flores lo hacen con las mariposas. Aunque sea desde la ventada de la estancia
del Alcaide, tapiada durante siglos hasta que las restauraciones han vuelto a
permitir que sea usada para asomarse al templo y al retablo. Entre otras cosas,
el recorrido expositivo da a conocer que las estancias contenidas en la torre
Mocha estuvieron tabicadas y acondicionadas como viviendas de los
servidores de la catedral, y especialmente de los campaneros, desde 1614 y
hasta los años sesenta del siglo XX. De hecho, este uso hizo que se produjeran
daños en la estructura del edificio como consecuencia, por ejemplo, de la
instalación de una cocina de leña en la estancia del Alcaide o un retrete en la
del Carcelero, con desagüe a un pozo practicado en la misma torre.
El viaje continúa en ascenso hacia la sala de la torre Mocha,
cuyo suelo se corresponde con el plano defensivo de la torre medieval. Las
reformas llevadas a cabo en el siglo XVIII, cuando la torre ha perdido ya su
valor defensivo, elevan su altura en una planta. Más arriba quedan la primera
de las terrazas, que deja asomarse a los tejados de la iglesia y mirar de tú a
tú a la personal torre del Gallo, y la sala de la Bóveda. Una pasarela permite
el salto al colindante espacio de la catedral Nueva, que se
descubre desde arriba, y a la terraza abierta sobre el pórtico de esta
catedral, al que se llega por una escalera de caracol del siglo XVI. Sólo un
punto y seguido en un viaje por las alturas ignotas de estas dos catedrales
siamesas que descubre sus más íntimos recovecos a quien quiera perderse en
ellos.
Gracias a Raúl, trabajador de la Catedral y al profesor D. José Luis por su ayuda y trabajo.
Un alma se mide por las dimensiones de sus deseos, como se juzga una catedral por la altura de sus campanarios.
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