viernes, 26 de noviembre de 2021

 Amanece en España para

 Massouda y Khadija.

 IES FGB.

25-N. DÍA CONTRA A VIOLENCIA DE GÉNERO.

CHARLA CONFERENCIA en el salón parroquial de Lourdes con alumnos de 1ºBACH.


 MERCÈ RIVAS TORRESPATRICIA GOSÁLVEZ.   29 AGO 2021.

 ENTREVISTA OFRECIDA POR EL DIARIO “EL PAÍS” 

PUEDES LEER MÁS DE LA ENTREVISTA EN INTERNET.

 La semana pasada no se conocían. Ahora son “hermanas”. La odisea de dos mujeres afganas amenazadas que empiezan una nueva vida juntas como refugiadas.La cita de las dos mujeres es en la puerta del Hotel Ariana de Kabul. Desde la seguridad de Madrid, alguien a más de 6.000 kilómetros de distancia les ha pasado el teléfono de una a la otra. Están en la lista del Gobierno para poder subir a un vuelo hacia España y salvar su vida. Pero tienen que llegar al aeropuerto. Mejor juntas. Se saludan con un simple salam en la puerta del Ariana. Están a punto de cruzar el laberinto más difícil de su vida, el minotauro talibán jadeando en su nuca. Son las 5.30 de la tarde del sábado 21 de agosto, hora de Kabul. Nunca se han visto antes.

“Ahora somos como hermanas”, dicen cinco días después Massouda Kohistani y Khadija Amin en un bonito piso de una capital de provincia española. Tarima flotante, terraza y cuatro habitaciones, dos libres, una de ellas con una cuna y un paquete de pañales sobre la cama esperando a un bebé que aún no ha llegado del infierno. Las nuevas hermanas han entrado a formar parte del sistema nacional de acogida del Ministerio de Seguridad Social, Inclusión e Inmigración, y la ONG Cepaim se encarga de acomodarlas y de que estén seguras. La semana que viene empiezan sus clases de español. Una psicóloga las visita cada día y las acompaña a una tienda de móviles para comprar tarjetas telefónicas prepago o les enseña dónde está el supermercado más cercano a la casa. “La pimienta aquí no pica nada, ¿no?”, pregunta Khadija, más cocinillas, mientras plancha el vestido negro con el que cruzó el fétido río que bordea el aeropuerto de Kabul.

Rota se vuelca con los afganos que nunca conocerá

Los afganos temen el hambre tanto como la inseguridad

Aquí son inseparables, pero allí sus vidas eran muy distintas. Khadija, 28 años, hija de una maestra y un mecánico, era hasta hace dos semanas una presentadora ascendente en los informativos matinales de la televisión pública afgana. Por la tarde acababa la carrera de Periodismo. Se casó a los 18, y después de seis años y tres niños (uno de siete y dos gemelos de cuatro, de los que se ha separado “por su seguridad”) su marido contrató una señora para cuidarlos y le “permitió” desarrollar su sueño de tener además de familia, una carrera. Del quinquenio talibán (1996-2001) recuerda que jugaba en casa a disfrazarse con el burka de su madre.

Massouda, huérfana de padre desde los cuatro, tenía 17 en 1998, cuando su familia huyó del régimen talibán afgano cruzando a pie hasta Pakistán. En Peshawar vivieron refugiados seis años: “Tejíamos alfombras, desde mi madre a mi sobrino de cuatro años, todos tejíamos”. Por las noches aprendía el estupendo inglés que maneja: “Solo tenía un cuadernito y un lápiz, intentaba memorizarlo todo para no gastarlos”. De vuelta en Afganistán, se entregó a enseñar inglés como voluntaria hasta granjearse el respeto de varias ONG internacionales que la contrataron como consultora y activista de derechos humanos, especialmente los de la mujer.














 






 “Son heroínas” Tiene 40 años y es soltera, algo insólito en Afganistán: “Mantengo a una gran familia [son 17, entre hermanos y sobrinos y una madre enferma de 80 años], no me puedo permitir un marido que no me deje trabajar”. “La vida en Afganistán siempre ha sido difícil para las mujeres, hay una mentalidad muy machista, pero con los talibanes en el poder, será mucho peor”, dice. “Las mujeres afganas son heroínas”, añade Khadija.

La periodista milenial y la curtida activista tienen algo fundamental en común: “No sabemos estar calladas”, ríen ya relajadas en un local de Cepaim. “Llevamos años hablando de lo que nos parece en público, denunciando injusticias, trabajando para mejorar nuestro país, educándonos, teniendo relación con el exterior, ¿cómo íbamos a permanecer ahora en silencio?”, cuestiona Massouda. Cuando los talibanes tomaron Kabul, Khadija publicó en sus redes sociales cómo se plantó ante su nuevo jefe talibán en la tele (desobedeciendo la orden de quedarse en casa). “Si queréis que alguien crea que habéis cambiado, dejadme seguir presentando las noticias”, le dijo. Él le contestó con desprecio que tenían que pensarse si podía volver y, en todo caso, con burka.

“Los metí en el horno, los rocié con aceite de cocinar y prendí fuego a mis queridos libros”

Massouda, activista afgana

 


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