Desde hace bastante tiempo me preguntaba si debía escribir en el blog acerca de mis frecuentes viajes, y he decidido hacerlo con una crónica acerca de la ciudad de las tres culturas, Jerusalén, en la que se hablan tres lenguas y conviven tres culturas.
Pasar la Nochevieja (que allí se llama ha-leilah ha-mistvot, "la noche de las leyes") en Jerusalén es una experiencia que le recomiendo a todo el mundo. Estos días, en Jerusalén hace un tiempo bastante desapacible, con lluvia y caminos embarrados que hacen muy difícil caminar, pero aún así se disfruta mucho. Lo primero que alguien ve cuando llega a Jerusalén desde Tel Aviv, donde se encuentra el aeropuerto de Ben Gurión, es el monte desde el cual Dominus Flevit, es decir, desde el cual Jesús lloró sobre Jerusalén el Domingo de Ramos. Hoy en día, esa zona se llama Abu Gosh, y allí hay un monasterio franciscano.
Jerusalén puede parecer una ciudad donde se respira guerra por las cuatro esquinas, donde judíos, cristianos y musulmanes se matan por un metro cuadrado de tierra, pero no es así.
Si alguien habla con la suficiente fluidez el hebreo y el árabe, que son las lenguas clave en Israel, se da cuenta de que la palabra más usada en las dos lenguas en Israel es salaam en árabe o shalom en hebreo. Y ambas palabras quieren decir paz. A decir verdad, la religión que más grupúsculos tiene en Jerusalén es la cristiana. Quizás la palabra correcta no sea grupúsculo, sino división. Para hacernos una idea, basta con mirar el programa de custodia de la basílica del Santo Sepulcro, de nueve a doce de la noche los franciscanos, de doce de la noche a tres de la mañana los armenios y de tres a seis de la mañana los griegos ortodoxos. Hay rifirrafes continuos entre esos dos últimos, pero la clave está en saber evitarlos. También existen diferentes prohibiciones, por ejemplo ni los católicos ni los judíos pueden entrar en la explanada de las Mezquitas, igual que los judíos no pueden entrar en el Santo Sepulcro.
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