Señor Director, compañeras, compañeros y amigos todos:
Ante la falta de tiempo por el gran número de jubilados que somos intentaré ser lo más breve posible.
Este periodo que termina para algunos de nosotros es el motivo que nos reúne hoy aquí y por el cual nos homenajeáis con vuestra presencia. Yo os lo agradezco mucho y de todo corazón...
A pesar de que este periodo de nuestra docencia a mí personalmente me ha resultado breve por la intensidad con la que se han desarrollado tantos acontecimientos y transformaciones educativas, laborales, económicas y sociales en nuestra sociedad a lo largo de estos 34 últimos años.
Fue un tiempo, en un principio, muy participativo y democrático, muchas las expectativas creadas en los que éramos jóvenes profesores. Iniciábamos ilusionados una andadura participando activamente, en jornadas, debates, conferencias, mesas redondas, diseños curriculares etc.
Nosotros creíamos en la importancia de tales aportaciones. Luego fuimos comprobando cómo cada partido político fue cambiando el lenguaje educativo y nos fuimos encontrando con asesores pedagógicos en las múltiples administraciones educativas, proponiendo cada uno sus métodos. Pocas veces, sin embargo, fue oída eficazmente nuestra voz.
A pesar de tanta frustración tempranera, los viejos roqueros nunca mueren, perdón quiero decir los viejos profesores.
Hemos seguido participando en la formación continua, desarrollada en el Instituto. Con múltiples grupos de trabajo, cursos y seminarios, didáctica de las distintas asignaturas, pizarra digital, creación de página Web, cursos de informática aplicada a la enseñanza, formación online, importancia de la educación emocional, etc. Muchas veces con la estimable colaboración de Don Antonio Luengo Vicente, profesor de Religión y representante del profesorado en el CFIE, y además con el apoyo y asesoramiento del CFIE.
Y me consta que en el Río Tormes también se toman muy en serio la formación continua.
Invito a las nuevas generaciones de profesores y al personal de la Comunidad Educativa, para que, a pesar de los sin sabores que a veces se dan también en esta profesión, sigan luchando día a día, porque pesa muchísimo más lo positivo que lo negativo. Y sigan luchando por aprender, pues cada día descubrimos algo nuevo de los alumnos y de nuestros compañeros, contrastando ideas y propuestas para solucionar conflictos. Yo si tuviera que volver a empezar no cambiaría para nada esta profesión por otra, ya que en ella he encontrado un profundo sentido a mi vida y espero haber servido a los alumnos transmitiéndoles valores, ilusión y esperanza, a la vez que saberes técnicos. Hoy intento acordarme de lo positivo, más que de lo negativo. Esta profesión es muy enriquecedora, especialmente por la convivencia con todos los miembros de la comunidad educativa.
En estos momentos se me vienen a la memoria, multitud de hermosos recuerdos tanto del otro instituto, como de este: de alumnos, profesores, personal etc; de clases, claustros, consejos escolares, Departamento de Orientación, etc.
Gracias a todos por poner vuestro grano de arena para la convivencia en este gran edificio que han sido la enseñanza y educación en nuestro instituto. Mi agradecimiento se extiende en este momento de la despedida a todos: colegas, profesores, alumnos, personal administrativo y a todos aquellos que hemos formado la familia que ha sido nuestra comunidad.
Salamanca, a 9 de junio de 2011.
Sixto Hernández Alegre
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