BELÉN NAPOLITANO: EL IES "FGB" MUESTRA UN TROCITO DE HISTORIA EN SUS PASILLOS.
El pesebre o belén napolitano es un conjunto de representaciones plásticas arraigado desde hace diez siglos en las tradiciones navideñas de la región de la Campania italiana con S. Francisco de Asís y en la ciudad de Nápoles en particular. El término «pesebre» deriva de la voz latina «praesepium».
Orígenes:
La primera mención en Nápoles relacionada con el belén napolitano aparece en un documento que habla de un «pesebre» instalado en la iglesia de Santa María del Pesebre en 1025. También en Amalfi, se localiza desde 1324 la «capilla del pesebre de casa de Alagni». En un contexto más oficial, en el año 1340 la reina Sancha de Mallorca (reina consorte en el Nápoles de Roberto de Anjou) regaló a la orden de monjas de Santa Clara un pesebre para la nueva iglesia construida en la capital napolitana, del que se conserva la figura de la Virgen María en el museo de San Martino. También se conservan doce figuras de madera de un ‘pesebre’ obra de los hermanos Pietro y Giovanni Alemanno, datado en 1478. Otro antiguo ‘pesebre’ conservado es el esculpido en mármol por Antonio Rossellino hacia 1475, hoy visible en Sant'Anna dei Lombardi. Según un documento de 1532, en el siglo xvi pueden catalogarse las primeras figuras de terracota (barro o arcilla cocidos), en el conjunto del pesebre realizado para Matteo Mastrogiudice, en Sorrento. En un ámbito legendario, se considera a san Cayetano de Thiene, como iniciador de la tradición de montar un pesebre en las iglesias y casas particulares durante Navidad.
La edad de Oro:
Cuando Carlos de Borbón fue coronado rey de Nápoles en 1734 como Carlos VII, la tradición ya era bien conocida en sus nuevos reinos desde hacía al menos 400 años, pero la verdadera edad de oro del belén napolitano llegó en el siglo XVII, cuando se empezaron a realizar aquellos espectaculares pesepri cuyas escenas, de gran calidad y con todo lujo de detalles costumbristas, se modificaban cada año con un montaje diferente.
Entusiasmado con los pesebres napolitanos, Carlos y su no menos entusiasmada esposa, la reina María Amalia de Sajonia, trasladaron la costumbre del belén a Madrid cuando el monarca fue coronado rey de España en 1759 como Carlos III.
María Amalia hizo trasladar al Palacio Real del Buen Retiro las cerca de 7.000 figuras que formaban su belén de Nápoles y, como solía ocurrir en esos casos, las casas nobiliarias no tardaron en hacer suya la nueva costumbre real y en montar sus propios pesebres en sus palacios.
La reina falleció al año siguiente de tuberculosis con sólo 35 años, y Carlos III, en homenaje a su esposa, decidió montar un pesebre todos los años venideros en el Palacio Real para que el pueblo lo pudiera visitar, lo que contribuyó a extender la costumbre en los domicilios más humildes.
Con ese fin, el rey encargó a los Talleres Reales la fabricación del llamado Belén del Príncipe para su hijo, el futuro Carlos IV. Muchas de sus piezas no sobrevivieron a la Guerra de la Independencia ni a otros conflictos, pero el Belén del Príncipe, formado por figuras de estilo napolitano, genovés y español, sigue siendo uno de los conjuntos belenísticos más importantes del siglo XVIII. Fiel a la costumbre napolitana, todos los años se modifica la disposición de las piezas y cada cierto tiempo se introducen nuevas figuras procedentes de los talleres italianos.
La calle San Gregorio Armeno, en Nápoles:
Siguiendo la tradición histórica, en la vía San Gregorio Armeno continúa reuniéndose cada Navidad un populoso y popular mercado de belenes, figuritas navideñas, etc. La puesta al día del pesebre napolitano ha supuesto que algunos belenistas incluyan en sus escenas a personalidades de actualidad.
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