DICKENS Y LA NAVIDAD.
A finales del siglo XX, en un periódico inglés se decía que “Dickens fue el hombre que inventó la Navidad”. Butades a parte, sí es cierto que todos los aficionados a la novela del XIX relacionamos a Charles Dickens con las fiestas navideñas, probablemente por la fama de su “Cuento de Navidad” (el más conocido de los cuentos navideños que escribió) pero no solo por eso…. Hay algo en sus novelas acogedor, como una habitación caldeada en una tarde invernal. Desde luego se me ocurren pocos placeres intelectuales comparables a leer una fría tarde de diciembre, un par de horas a Dickens…
Charles Dickens fue un autor que gozó de una enorme popularidad en vida. Sus novelas – muchas veces publicadas por entregas – eran un auténtico acontecimiento y muchos de sus personajes (Oliver Twist, David Copperfield, Pickwick, Dorrit, Pip….) forman parte del imaginario colectivo, sobre todo anglosajón.
Los libros de Dickens están llenos de personajes maniqueos y a veces (sobre todo los secundarios, no así los principales) “estáticos”, es decir, no evolucionan a lo largo de los mismas. También hay concesiones al sentimentalismo y como en muchos folletines, las peripecias de los protagonistas, están plagadas de “casualidades” que no resisten un mínimo análisis, además de cierta infantilidad en algunos planteamientos, pero…..Pero Charles Dickens consigue crear una atmósfera única, reconocible por el buen aficionado. Tanto es así que la palabra dickensiano ya forma parte de la crítica literaria como adjetivo identificador. Los innumerables personajes de sus libros forman un autentico cosmos donde nos movemos con risa, tristeza, ironía…pero siempre entretenidos.
Además, en sus historias hay una crítica directa a la hipocresía de la sociedad victoriana, a la intolerable miseria del proletariado en la Revolución Industrial y también, lecciones de vida: el carácter aniquilador del rencor, las decepciones que solo el tiempo puede sanar, la bondad como condición para la felicidad individual y colectiva, el amor como redención…. ¿Tópicos? sin duda, pero “contados” con una convicción y naturalidad desarmantes.
Ahora que se acercan las vacaciones, es un buen momento para recomendar leer a Dickens. Sus novelas pertenecen al grupo de los libros que proporcionan el placer de la lectura en sí mismo, independientemente de las lecciones y aprendizajes que podamos extraer de las mismas y el invierno es la mejor época para comprobarlo.
Quien crea que ya sabe las historias de Mr Scrooge y los fantasmas que le visitan, de Oliver Twist y la escuela de ladrones, de Pip y la caprichosa Estela…por haberlas visto en comic, en cine, en serie, etc.… se sorprenderá cuando las lea (esa es la grandeza de los clásicos).
Es tiempo de emocionarse leyendo “Historia de dos ciudades” (su inolvidable comienzo: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos….”) y conocer el ambiente de la Revolución francesa…O “La pequeña Dorrit” y sumergirse en las cárceles de Londres….O “David Copperfield” relato de una vida, de una contundencia, imaginativa y moral, extraordinaria…O sus obras de madurez: “Nuestro común amigo” (reflexión curiosa y sofisticada sobre el dinero y los valores humanos), “Casa desolada” (precursora de “El proceso” de Kafka y con una heroína, Esther Summerson, antológica) y su obra cumbre: “Grandes esperanzas” llena de personajes que se te quedan grabados: la señorita Havisham vestida de novia rumiando su encono, el inclasificable Abel Magwitch inquietante y generoso… y como no, Phillip (Pip) y Estella protagonizando una de las historias de amor más amargas y desesperanzadas de la historia de la literatura.
Feliz Dickens, digo…Feliz Navidad.
Felipe Cuesta