Juan Gelman, rabia, amor y poesía.
El dolor le ha cincelado el rostro, el amor acuna su alma. Dolor y amor, pareja de inseparables compañeros en la vida de Juan Gelman, ese joven poeta argentino de 77 años, lo han convertido en testigo de la barbarie, la sangre, la crueldad y el amor. Frente a la revancha ciega, su vida sólo ha perseguido la justicia para los que más sufrieron la injusticia de los fuertes, de los obscenos dictadores; por su literatura, su testimonio, y su compromiso humano y social a lo largo de toda su vida, bien se merece el Premio Cervantes 2007.
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La facultad de integrar un compromiso personal y político que viene de lejos y unas vicisitudes terribles en su pensamiento y su lenguaje poético, en vez de sepultar de forma planfletaria su poesía, le han hecho a creedor al galardón. Esa virtud -dibujada por el galardonado del año pasado y miembro del jurado, Antonio Gamoneda- de alguien que tras esas circunstancias lleva "la poesía tatuada en los huesos", según el ministro César Antonio Molina, llevaron ayer a Gelman a obtener por mayoría el Premio Cervantes
Si su querencia por la poesía empezó a los nueve años, su interés por la política le vino antes. "Recogíamos con los niños del barrio todos los envoltorios plateados de las chocolatinas que encontrábamos por ahí porque nos decían que servían para hacer balas para los republicanos que peleaban contra Franco". Se le mezclaron, pues, desde muy pronto la pasión por las palabras con la rabia por las injusticias. A finales de los sesenta se incorporó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una organización guevarista, para luchar contra las dictaduras de Lanusse y Onganía".
La Triple A y los grupos paramilitares les hicieron la vida imposible, y Gelman salió al exilio. En 1976 estaba en Roma cuando llegó la dictadura militar a Argentina. Trajo consigo el infierno.
"El 26 de agosto entraron en casa de mi hijo Marcelo y se lo llevaron con su mujer Claudia, que estaba embarazada", recuerda. "A él lo asesinaron en octubre y a ella se la llevaron a Montevideo. Esperaron a que diera a luz y sólo entonces la liquidaron. Entregaron la niña a un policía nacional. Tardamos 15 años en encontrar los restos de mi hijo y 23 en encontrar a mi nieta, la primera que me ha felicitado por el premio. Seguimos buscando los restos de mi nuera".
La facultad de integrar un compromiso personal y político que viene de lejos y unas vicisitudes terribles en su pensamiento y su lenguaje poético, en vez de sepultar de forma planfletaria su poesía, le han hecho a creedor al galardón. Esa virtud -dibujada por el galardonado del año pasado y miembro del jurado, Antonio Gamoneda- de alguien que tras esas circunstancias lleva "la poesía tatuada en los huesos", según el ministro César Antonio Molina, llevaron ayer a Gelman a obtener por mayoría el Premio Cervantes
Si su querencia por la poesía empezó a los nueve años, su interés por la política le vino antes. "Recogíamos con los niños del barrio todos los envoltorios plateados de las chocolatinas que encontrábamos por ahí porque nos decían que servían para hacer balas para los republicanos que peleaban contra Franco". Se le mezclaron, pues, desde muy pronto la pasión por las palabras con la rabia por las injusticias. A finales de los sesenta se incorporó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una organización guevarista, para luchar contra las dictaduras de Lanusse y Onganía".
La Triple A y los grupos paramilitares les hicieron la vida imposible, y Gelman salió al exilio. En 1976 estaba en Roma cuando llegó la dictadura militar a Argentina. Trajo consigo el infierno.
"El 26 de agosto entraron en casa de mi hijo Marcelo y se lo llevaron con su mujer Claudia, que estaba embarazada", recuerda. "A él lo asesinaron en octubre y a ella se la llevaron a Montevideo. Esperaron a que diera a luz y sólo entonces la liquidaron. Entregaron la niña a un policía nacional. Tardamos 15 años en encontrar los restos de mi hijo y 23 en encontrar a mi nieta, la primera que me ha felicitado por el premio. Seguimos buscando los restos de mi nuera".
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